14 de abril:
Esta mañana el monte Saibi nos ha recibido bajo una lluvia persistente, desde nuestra salida de Urkiola hasta la llegada a la cumbre, acariciada por la bruma. Hace 86 años que allí se libró una feroz batalla. Las huellas aún permanecen sobre su superficie y decenas de cráteres de artillería y morteros acompañan a las trincheras aún visibles. Un año más, este 14 de abril, nos hemos juntado para recordar a los gudaris y milicianos que perdieron la vida defendiendo a Euskadi de la ofensiva del ejército franquista. Hombres jóvenes, en lo mejor de su existencia, cuyos cuerpos aún permanecen sepultados en el silencio de las zanjas, sin que sus familias sepan dónde. Así, esta mañana, junto al monumento en forma de cruz de Saibigain, el lehendakari Iñigo Urkullu ha tenido unas palabras de recuerdo para aquellos fallecidos, combatientes del Ejército de Euzkadi y de Asturias. Ha expresado que, si bien “aún los cuerpos en el monte Saibigain no han sido hallados”, “continuaremos trabajando para encontrarlos”. Palabras de esperanza. Junto a él, estaban consejeros, consejeras y miembros de su gobierno; familiares del comandante del batallón Arana Goiri, Felipe Bediaga, muerto en Saibigain; alcaldes y corporativos de Durangoaldea; colaboradores de Euskal Prospekzio Taldea; un superviviente del bombardeo de Gernika; y una representación del Museo Memorial del Cinturón de Hierro de Berango. Finalmente, la lluvia ha cesado y la niebla se ha disipado, mostrándonos un bellísimo paisaje. Porque fueron, somos.
Esta es la semblanza que el escritor azpeitiarra JOSÉ DE ARTECHE, encuadrado en el Tercio carlista Oriamendi nos deja sobre la fuerte impresión que le causó el monte Saibigain tras los fortísimos combates de abril de 1937, relatada en su obra “EL ABRAZO DE LOS MUERTOS”:
“En el monte SAIBIGAIN, 16 de ABRIL de 1937. Esta mañana he salido a hacia este famoso monte que ha sido preciso tomar tres veces. Densa niebla lo cubría todo, destilando pegajoso sirimiri que calaba hasta los huesos. Este es un monte pelado en absoluto. Por todas partes cadáveres y más cadáveres; sus bocas, desmesuradamente abiertas parecen aspirar con ansia la lluvia que cae implacable. Desperdigados aquí y allá, mulos y caballos muertos de vientres hinchados. Hay también piernas, brazos y miembros humanos sueltos. Y, según se sube, muchos más cadáveres todavía, gudaris y soldados en montones confusos y con los brazos en cruz. Los cadáveres no se acometen, se abrazan. Los hombres no se reconcilian sino en la muerte. Soldados de pico y pala, enterradores de ocasión, trabajan indiferentes. Llueve, no cesa de llover.”
Foto: Ilustración original de ANTONIO VALVERDE destinada a la portada del libro y que no fue permitida por la censura franquista.
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