El Ejército de Euzkadi proporcionó capellanes a los batallones que lo solicitaron, que fueron aquellos batallones procedentes Euzko Gudaroztea -milicias del Partido Nacionalista Vasco- y de Jagi-Jagi, confesionalmente católicos.
El jefe del Cuerpo de Capellanes –Jauparijak, con empleo de comandante, fue José María Korta. Él fue el sacerdote de más rango que acompañó al Cuerpo Expedicionario Vasco en Asturias durante la ofensiva sobre Oviedo en febrero de 1937, lugar donde encontró la muerte en el frente. Su entierro en Bilbao, fue una gran manifestación de duelo que quedó plasmada en una filmación documental.
El cuerpo de capellanes reclutaba a sacerdotes en edad militar, bien voluntarios o bien llamados a filas. Algunos, como Julio Ugarte nos dejaron sus memorias y tal vez el caso más famoso sea el del pasionista Victoriano de Gondra, Aita Patxi, actualmente en proceso de beatificación.
Estos religiosos, militarizados, tenían la categoría de teniente o capitán, en función de si ejercían su ministerio en una compañía o en un batallón completo. Su función era dar asistencia espiritual a quienes lo solicitaban, así como los sacramentos en cada caso, sobre todo a heridos graves. Para dar misa disponían de una maleta que se convertía en un altar de campaña. Estas personas, lógicamente desarmadas, permanecían en el frente sometidas a los mismos rigores y peligros que el resto de los gudaris de la unidad.
Una vez vencidos, sufrieron prisión sin miramientos, si bien peor suerte corrieron 14 sacerdotes vascos capturados y fusilados por los franquistas en fechas anteriores.
Fotos: Berangoeta Kultur Etxea
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